lunes, 2 de febrero de 2009

Escapando del mundo.


Tenía sólo tres años cuando aprendí a leer. En aquel momento no podía imaginar lo útil que me sería la lectura para escapar del mundo.
Solía esconderme bajo las sábanas con una linterna para poder leer mientras el resto dormía. En mi infancia esa era mi interpretación de estar en el Paraiso.
Años más tarde, siendo ya pre-adolescente, mis padres se mudaron a otra ciudad junto con mi hermano y conmigo, y yo aprendí lo que era sentirse sola, extraña en un lugar, rechazada, maltratada psicológica y físicamente por mis compañeros de colegio.
Fue una de las épocas más tristes y duras de mi vida y me costó mucho recuperar mi autoestima después de las cosas horribles que viví en aquel tiempo.
Aún hoy, recordándolo, se me saltan las lágrimas.
Sin embargo, entre tantas lágrimas, entre tanta angustia, descubrí un remanso de paz: la Biblioteca Pública.
Mis padres me hicieron socia y yo iba allí casi cada tarde huyendo de todo lo que no me gustaba.
Aún recuerdo el olor de aquel lugar. Era muy especial. Olía a libros viejos y a esperanza.
Me encantaba pasearme por sus estanterías, acariciar aquellos volúmenes amarillentos que contaban no sólo una historia, sino la historia de otros muchos, que como yo, habían ido a cobijarse en la lectura. En ocasiones, descubría un tesoro en aquellas páginas: un papel que alguien había usado como marcador o una anotación en el margen. Eso me hacía dejar volar aún más mi imaginación...¿cómo sería aquella persona? ¿qué haría en aquel momento? ¿sería feliz o estaría triste como yo?
Así pasé varios años, ante la mirada compasiva de la bibliotecaria, una mujer de mediana edad, de ojos saltones, pelo rubio teñido y olor dulzón que cada día me decía : "¿Te piensas leer todo eso?". Yo sólo afirmaba con la cabeza.
Con el paso de los años mi amada Biblioteca pasó a ser un punto de encuentro para jóvenes de 16 a 30 años, con ordenadores y cómics.
Construyeron un enorme y moderno edificio, cerca de mi casa, para albergar a los amantes de los libros y yo me mudé, con mis ilusiones a otro espacio. Pero nunca he podido olvidar ni a la antigua bibliotecaria, ni todas las veces que pude escapar del mundo en aquel que bien podría haber sido el "Cementerio de los Libros Olvidados" que Carlos Ruiz Zafón describe en su novela "La sombra del Viento".

6 comentarios:

  1. siento que vivieras todo aquello aunque estoy segura de que fue necesario para ser quien eres hoy,
    todos tenemos un lugar donde escondernos, yo cogia mi bici, y mi diario, y me iba al puerto, escalaba las rocas, y me escondia en el rincon mas apartado de todo, escuchando solo el mar

    un abrazo

    ResponderEliminar
  2. algo parecido me ocurrio a mi, y leer me ayudo mucho, aunque realmente lo que conseguia animarme era escribir, desahogarme, hacer poesias, textos y luego romperlos intentando conseguir que al romperlos se rompiera todo lo escrito, todos los malos momentos...
    Ahora siempre que puedo leo, cualquier momento es bueno, el autobus es mi "biblioteca", pues me incomoda mucho ir en el autobus y leyendo me encanta! Y siempre quedan los capitulos de antes de ir a dormir o cuando todo va mal y coges ese libro que te hace olvidar aunque solo sea por unos instantes...

    Besitos

    ResponderEliminar
  3. Qué gran libro "La sombra del viento", y qué historia la de la biblioteca. Son momentos que uno guarda de niño. Ese niño que algunos nunca dejarán de ser. Yo tengo momentos no asociados a la biblioteca, ya que mi afición a leer fue algo tardía. Pero gracias a los libros, también al cine, la música...los paseos con mis pensamientos son más extensos.

    Besos de loki vinodelfin.

    ResponderEliminar
  4. se me ha puesto la piel de gallina al leer tu relato, siento mucho que tu pre-adolescencia fuera así...pero deberías de estar orgullosa de ser la mujer que eres ahora y de aquella estabas rodeada de gente ignorante y sin escrúpulos. Yo también me pasaba tardes enteras en la biblioteca, guardo un recuerdo muy lindo de esa época entre libros de aventuras.Para animarte pásate por mi blo que tengo un diploma para ti.
    un besazo

    ResponderEliminar
  5. Madre mía Bea, a veces me sorprendo de cuánto tenemos en común, además del nombre.
    Yo recuerdo pasarme veranos enteros sentada en la terracita de mi casa, leyendo todo lo que caía en mis manos. Desde libros infantiles hasta antiguos libros de texto de mi padre (es ingeniero industrial así que imagínate qué lectura para una niña de 8 años...)Leí utopía por primera vez con 7 años, no entendí nada, pero me lo pasé pipa imaginando qué significaba todo aquello. Desde entonces lo habré leído 4 o 5 veces más.
    Ahora soy fanática de comprar libros de segunda (o tercera o cuarta) mano, no por el precio sino porque, como a ti, me encanta descubrir pequeñas anotaciones, separadores, frases subrayadas por los antiguos dueños e imaginarme sus vidas.
    Un besote.

    ResponderEliminar
  6. Hola!

    Yo también comparto contigo estupendos recuerdos de mis libros, y de mi querida y vieja biblioteca. Aunque yo tuve la suerte de tener amigas con las que acudir a diario para compartir experiencias entres sus paredes, me habría bastado yo sola para explorar las estanterías buscando nuevos tesoros y para sentarme en sus viejos pupitres de madera a disfrutar de un buen relato, mientras la luz se colaba por los enormes ventanales.
    Aprendí a amar el mundo y a viajar por rincones recónditos sin mover mis pies del suelo, siempre con un buen libro entre las manos. Leer me abrió al mundo y me dió la vida en tantas ocasiones...

    Hermoso homenaje!

    :-)

    Un abrazo!!

    ResponderEliminar