lunes, 24 de enero de 2011

Perder a alguien


Es curioso.
Ayer me desperté pensando en el sentimiento de pérdida.
Eso es porque en el 2010 perdí a una de mis abuelas de un cáncer en menos de 10 días. La verdad es que la agonía fue muy dura, principalmente por la distancia que me separaba de ella. Unos 2.500 Km.
Era la madre de mi padre y él prefirió que no la viéramos en esas condiciones, así que ni siquiera fui a su entierro. Sufrí mucho en el tiempo que duró su agonía y pude hablar con ella sólo una vez por teléfono, pero creo, que por tranquilizar mi alma, soñé con ella diciéndome que no me preocupara que estaba contenta de morirse porque sabía que iba a ser feliz.

Y es que yo recuerdo que mi abuela casi siempre lloraba y estaba triste muy a menudo. Es raro porque ahora, cuando pienso en ella, la veo reir.
Como yo a mi abuela sólo la solía ver en verano, a veces creo que sigue viva. No formaba parte de mi día a día, así que mi mente lo ha asimilado de esta manera: aún puede estar viva.
Es extraño. Cuando vuelva a mi tierra es cuando podré asimilar el duelo.
Otra pérdida, que a algunos puede parecer una tontería pero para mí es importante, fue la de mi gato.
Esta es otra historia. Por alguna extraña razón, enloqueció y empezó a atacarme sin un motivo aparente. Me llegó a hacer bastante daño y como el pobre no tranquilizaba hubo que sacrificarle. Lloré mucho, casi lo mismo que por mi abuela.
Sin embargo, como él sí compartía mi vida, día a día, le echo mucho de menos. A veces hasta creo que le veo o le oigo.

Todo esto me hizo reflexionar acerca de los mecanismos que tenemos las personas para superar las pérdidas.

Dicen los psicólogos que hay que pasar por varias fases antes de superarlas.
Yo creo que cada persona es diferente y que cada pérdida es distinta, así que puede haber mil maneras de superación. Desde mi punto de vista, después de llorar la ausencia hay que hacer un esfuerzo por seguir adelante y quedarse con lo bueno.
Unas veces cuesta más que otras, pero hay que hacerlo... ¿qué pensáis vosotr@s?

jueves, 20 de enero de 2011

¡¡¡Fuego!!!


A veces sólo hace falta una pequeña chispa para encender un fuego.
Una tierna sonrisa puede calentar y reconfortar el alma y una palabra, la que necesitábamos en ese momento, puede ayudarnos a que todo dé un giro y veamos la vida de manera diferente.
Por eso son tan importantes las personas que nos rodean.
Y lo digo con conocimiento de causa, porque soy alguien que tiene afecto sincero por los que me rodean, pero también una de esas almas aisladas a las que les cuesta salir de su encierro y abrirse al resto.
Sólo soy capaz de dejarme conocer realmente por unos pocos, quizás por timidez, o porque son pocas las situaciones en las que no me siento fuera de lugar.
Una vez me dijeron que era apocada. Y tenían razón.
En ocasiones me quedo como bloqueada, pero sólo exteriormente.Parezco estirada o antipática.
Y rara, lo sé.
Lo que quiero decir es que por dentro, soy vibrante y soñadora, y tierna y sensible. Solo que no siempre lo demuestro.
Es más, hace tiempo que vivo como en un letargo, en el que unos acontecimientos suceden a otros, y ninguno es agradable, ensimismada en mis pensamientos, casi sin relacionarme con el mundo.
Sin embargo, tengo la buena fortuna de ir encontrando en mi camino a personas que me "zarandean espiritualmente" y me hacen revivir. A veces son almas gemelas, como esa que me llama "la niña de los girasoles" y me hace sonreir y sentir un amor puro en el corazón. Y nunca me deja rendirme.
Otras veces son amigos a los que no conozco en persona, pero que un día entraron en mi vida para enseñarme algunas lecciones o decirme: "ey, espabila" (¿verdad chimpancé?).
Gracias a tod@s aquellos que a pesar de cómo soy hacen que haya luz en la oscuridad y encienden fuego en mi interior.