
Es curioso.
Ayer me desperté pensando en el sentimiento de pérdida.
Eso es porque en el 2010 perdí a una de mis abuelas de un cáncer en menos de 10 días. La verdad es que la agonía fue muy dura, principalmente por la distancia que me separaba de ella. Unos 2.500 Km.
Era la madre de mi padre y él prefirió que no la viéramos en esas condiciones, así que ni siquiera fui a su entierro. Sufrí mucho en el tiempo que duró su agonía y pude hablar con ella sólo una vez por teléfono, pero creo, que por tranquilizar mi alma, soñé con ella diciéndome que no me preocupara que estaba contenta de morirse porque sabía que iba a ser feliz.
Y es que yo recuerdo que mi abuela casi siempre lloraba y estaba triste muy a menudo. Es raro porque ahora, cuando pienso en ella, la veo reir.
Como yo a mi abuela sólo la solía ver en verano, a veces creo que sigue viva. No formaba parte de mi día a día, así que mi mente lo ha asimilado de esta manera: aún puede estar viva.
Es extraño. Cuando vuelva a mi tierra es cuando podré asimilar el duelo.
Otra pérdida, que a algunos puede parecer una tontería pero para mí es importante, fue la de mi gato.
Esta es otra historia. Por alguna extraña razón, enloqueció y empezó a atacarme sin un motivo aparente. Me llegó a hacer bastante daño y como el pobre no tranquilizaba hubo que sacrificarle. Lloré mucho, casi lo mismo que por mi abuela.
Sin embargo, como él sí compartía mi vida, día a día, le echo mucho de menos. A veces hasta creo que le veo o le oigo.
Todo esto me hizo reflexionar acerca de los mecanismos que tenemos las personas para superar las pérdidas.
Dicen los psicólogos que hay que pasar por varias fases antes de superarlas. Yo creo que cada persona es diferente y que cada pérdida es distinta, así que puede haber mil maneras de superación. Desde mi punto de vista, después de llorar la ausencia hay que hacer un esfuerzo por seguir adelante y quedarse con lo bueno.
Unas veces cuesta más que otras, pero hay que hacerlo... ¿qué pensáis vosotr@s?
Ayer me desperté pensando en el sentimiento de pérdida.
Eso es porque en el 2010 perdí a una de mis abuelas de un cáncer en menos de 10 días. La verdad es que la agonía fue muy dura, principalmente por la distancia que me separaba de ella. Unos 2.500 Km.
Era la madre de mi padre y él prefirió que no la viéramos en esas condiciones, así que ni siquiera fui a su entierro. Sufrí mucho en el tiempo que duró su agonía y pude hablar con ella sólo una vez por teléfono, pero creo, que por tranquilizar mi alma, soñé con ella diciéndome que no me preocupara que estaba contenta de morirse porque sabía que iba a ser feliz.
Y es que yo recuerdo que mi abuela casi siempre lloraba y estaba triste muy a menudo. Es raro porque ahora, cuando pienso en ella, la veo reir.
Como yo a mi abuela sólo la solía ver en verano, a veces creo que sigue viva. No formaba parte de mi día a día, así que mi mente lo ha asimilado de esta manera: aún puede estar viva.
Es extraño. Cuando vuelva a mi tierra es cuando podré asimilar el duelo.
Otra pérdida, que a algunos puede parecer una tontería pero para mí es importante, fue la de mi gato.
Esta es otra historia. Por alguna extraña razón, enloqueció y empezó a atacarme sin un motivo aparente. Me llegó a hacer bastante daño y como el pobre no tranquilizaba hubo que sacrificarle. Lloré mucho, casi lo mismo que por mi abuela.
Sin embargo, como él sí compartía mi vida, día a día, le echo mucho de menos. A veces hasta creo que le veo o le oigo.
Todo esto me hizo reflexionar acerca de los mecanismos que tenemos las personas para superar las pérdidas.
Dicen los psicólogos que hay que pasar por varias fases antes de superarlas. Yo creo que cada persona es diferente y que cada pérdida es distinta, así que puede haber mil maneras de superación. Desde mi punto de vista, después de llorar la ausencia hay que hacer un esfuerzo por seguir adelante y quedarse con lo bueno.
Unas veces cuesta más que otras, pero hay que hacerlo... ¿qué pensáis vosotr@s?